jueves, 15 de agosto de 2013

LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO




La Iglesia Católica celebra hoy "la Asunción de la Virgen María".



El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1 de noviembre de 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas palabras: "Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste". (Dz. 2333).
Esta fiesta nos invita a mirar al cielo, por eso el título de este blog que comienzo hoy con entusiasmo. María es la primera criatura que ha subido al cielo en cuerpo y alma. Ella "nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal"(Homilia del Papa Francisco, 15-VIII-13).
Uno de los escritores antiguos que escribieron sobre la Asunción de María fue San Juan Damasceno, Teólogo griego, Presbítero y Doctor de la Iglesia.

 Su fiesta es el 4 de Diciembre. Nació en Damasco,en la segunda mitad del siglo VII, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía, ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén, fue ordenado sacerdote. Escribió numerosas obras teológicas sobre todo contra los iconoclastas. Murió a mediados del siglo VIII. Llamado Damasceno por ser de Damasco, capital de Siria.
Este famoso autor describe así la muerte de Nuestra Señora:
"La Madre de Dios no murió de enfermedad,porque ella por no tener pecado original (fue concebida Inmaculada: o sea sin mancha de pecado original) no 
tenía que recibir el castigo de la enfermedad. Ella no murió de ancianidad porque no tenía por qué envejecer ya que a ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por debilidad.
Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.
Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para ola eternidad.
Los Apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos y de sus sacrosantas manos su última bendición.
Fueron llegando y con lágrimas copiosas y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido.
Para cada uno de ellos tuvo la excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza.  Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos; y su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.
La noticia cundió por toda la ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cadáver, como por la muerte de la propia madre.
Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral. Todos cantaban en Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima Protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.
En el aire se sentían suavísimos aromas y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. Pero Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.
Pedro, -dijo Tomás-, no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron.
Y Pedro aceptó.
Se fueron todos hacia el Sano Sepulcro y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire. 
Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen encontraron solamente...una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo".
 

 

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